

Hemos tratado este tema en una nota anterior que titulé “Matando em dosis pequeñas”, donde dejábamos en claro que la idea de que “la dosis hace el veneno” del alquimista Paracelso, es usada por los toxicólogos actuales que han abusado de su nombre para justificar la venta masiva de venenos, tal como los defensores del glifosato.
Dejamos claro también en ese artículo que el dogma intocable de la evaluación toxicológica de los venenos no es válido para muchas sustancias, incluidos los llamados “disruptores endocrinos” y que incluso a menudo es completamente irrelevante, porque ignora a la cantidad de venenos a los que estamos expuestos en forma diaria, que interactúan entre sí, son acumulativos y aditivos. Y al llamado “efecto cóctel” producto de sinergias y mezclas que esparcen sobre nuestras cabezas ante la resistencia de nuevas plagas que solo aumentan las dosis diluyendo por inconsistencia, la falacia de que esta agricultura dependiente de agroquímicos vino a salvar al mundo.
M. Robim con Jean-Marie Bony, que sufre de linfoma no Hodgkin; Investigando en la OMS e con Jean-Marie Desdion, quien sufre de mieloma múltiple
Las fábricas de los venenos solo aceptan el indicador LD50 de la dosis letal, como base para la ingesta diaria admisible pero no toma en cuenta los efectos de largo plazo de las pequeñas dosis. Este tipo de razonamiento no puede aplicarse a los agrotóxicos, porque cada molécula del veneno hace daño. El daño puede ser muy pequeño, pero al ser acumulativo al cabo de un tiempo nos va a matar.
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